Se dice que el poeta es alguien que conserva la capacidad infantil para asombrarse ante las cosas, para poner sobre el mundo una mirada siempre nueva. Y poeta es el calificativo que más a menudo se usa para referirse al fotógrafo español Chema Madoz. Nadie como él nos ha enseñado a ver los objetos de una manera tan fantasiosa e imaginativa.
Su obra se caracteriza por el uso exclusivo del blanco y negro, y por una enconomía de medios que sólo cabe describir como minimalista. No hay aquí grandes producciones, costosos equipos (usa una Hasselblad de película que compró usada hace más de 20 años) ni grandes estudios o sofisticados sets de iluminación. Pocos autores nos demuestran como él, que lo más importante para hacer una fotografía está en el cerebro del fotógrafo.
Vemos entonces una copa de vino transformarse, sin ningún otro truco más que la sugerencia que da la cercanía, en un pubis femenino; vemos un reloj cuya pulsera son las vías de un tren, un árbol cuya copa es una nube, en imágenes que son una mezcla de humor fino y crueldad inocente, y que tienen la herencia del surrealismo.
Y como ocurre con la poesía, sobre la cual puede decirse y explicarse muy poco, las palabras no dan para mucho ante el gozoso juego que nos propone Chema Madoz en cada fotografía. Para saber más de este autor puedes visitar su página www.chemamadoz.com y ver este documental de la televisión española en donde Madoz habla largo y tendido sobre su obra:
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