Hay pocas personas tan influyentes en la historia como Richard Avedon, un fotógrafo que lo logró todo: la fama, el dinero y el reconocimiento en el mundo del arte. Hijo de inmigrantes judíos afincados en Nueva York, de joven cursó dos años de filosofía en la universidad antes de abandonar los estudios y enrolarse en la marina como fotógrafo en plena Segunda Guerra Mundial, pero no vio acción en el frente, sino que fue comisionado para hacer los retratos del personal.
Se dice que durante esos años realizó más de 100 mil fotos de marinos, en una labor que no parecía presagiar el glamour que lo envolvería años después, pero que sin duda le permitió obtener la pericia técnica necesaria para sus trabajos posteriores.
Al terminar la guerra comenzó a trabajar para Harper’s Bazar y viajó a París, desde donde revolucionó el mundo de la fotografía de modas. Muchas de las características que asociamos hoy en día con la foto de modas fueron introducidas por Avedon: la teatralidad, la aparente espontaneidad en la toma, los contrastes al poner modelos en escenarios no glamorosos —junto a elefantes o en compañía de actores callejeros—, y la transformación de las modelos, de rostros anónimos a celebridades con nombre y apellido.
Una vez alcanzada la fama y la fortuna como fotógrafo de modas, Avedon se enfocó en su trabajo personal como retratista. Sus series Nada personal —una serie de dípticos enfocados en las disparidades sociales de Estados Unidos—, La familia —69 poderosos retratados sin misericordia— y En el oeste americano —retratos realizados en la calle a ciudadanos comunes en los estados del oeste—, conforman una singular radiografía de la sociedad estadounidense bajo la mirada de uno de sus más grandes artistas.
Es precisamente en la serie En el oeste americano donde establece para siempre como su marca el fondo blanco que después ha sido tan imitado. Ya había sido usado con anterioridad, pero ningún fotógrafo había conseguido integrarlo de tal manera a la identidad de su trabajo. Los retratos del oeste americano se hicieron en las calles, a orillas de carretera, en granjas, pero Avedon y sus ayudantes cargaban por doquier con un gran fondo blanco para eliminar el entorno.
Hay un documental muy interesante acerca de él, donde lo vemos en su estudio, en su casa, montando una exposición y hablando largamente sobre su vida y obra. Desgraciadamente no tiene subtítulos en español, pero lo pongo aquí para aquellos que pueden entender el inglés.
Avedon tuvo siempre muy claro que la fotografía es ficción, una mirada subjetiva, y en una de sus frases más citadas lo expresa claramente:
«Un retrato no es una semejanza. En el mismo instante en que una emoción o un hecho se convierte en una fotografía deja de ser un hecho para pasar a ser una opinión. En una fotografía no existe la imprecisión. Todas las fotografías son precisas. Ninguna de ellas es la verdad».
Puedes encontrar más sobre él en la página de la Fundación Richard Avedon y en este excelente artículo del blog Oscar en Fotos.